viernes, 15 de diciembre de 2006

Teoría de la Trasparencia (I)

El pasado lunes día 11 de diciembre envié un correo electrónico a la empresa Axel Springer en el que les mandaba mi currículo en respuesta a un anuncio suyo publicado en El País solicitando Director de Arte. Por cierto, no sé por qué sigo mandando nada a mis tantos años, aunque bien es verdad que lo hago en contadas ocasiones. Bien, el caso es que ésta es la fecha en que no he recibido ninguna respuesta que me certifique, al menos, que les ha llegado, y esto me parece fatal. Cuando he tenido responsabilidades en lo que se ha dado en llamar recursos humanos, he procurado siempre que ese instante de calzoncillos en el suelo que es, para todo candidato, el acto de proponerse a uno mismo (esto soy y esto digo que sé hacer muy bien, ¿les gusto?¿me pongo de medio lado?...), sea tratado con la mayor de las delicadezas, en un intento de devolverle al candidato una pequeña parte de su propia dignidad en entredicho. En este caso concreto que menciono, ¿qué les habría costado remitir a vuelta de correo un "hemos recibido su amable..."?
Pero no. Incluso me ha vuelto a pasar con el director de un diario catalán con el que hablé y que me pidió directamente que le enviara con urgencia mi historial, lo que hice de inmediato por la cuenta que me trae. Item más, al cabo de unos días le mandé un segundo mail preguntándole exclusivamente, pues no soy elegante yo ni nada, cuando quiero, si constaba en su poder mi anterior envío. Éstas son las fechas en que sigo sin una mala respuesta que llevarme al coleto, aunque sé que los ha recibido.
Podría, pero no sigo por este camino.
El caso es que he observado que me estoy haciendo transparente. En efecto, me miro y me doy cuenta de que mis ya no tan prietas carnes comienzan a presentar cierto aspecto tornasolado que me preocupa. Casi podría decir que, ahora mismito, estoy vislumbrando las formas y matices del teclado que manejo..., ¡a través de mis propias manos! Llevo un susto del copón, porque lo acabo de comprobar de nuevo intuyendo las formas del asiento a través de mis muslos, antes paradigma de solidez y firmeza de la buena, por no mencionar que se están también aclarando mis partes pudendas, que fueran la prez in illo tempore.
Pero hubo épocas en que nada de esto me pasaba. Larguísimos periodos en los que cualquier comunicación que yo remitía, ya fuera al banco, a cualquier director de empresa, a mi familia, a mis amantes..., cuando las hubo habido, incluso aunque fuera al Ayuntamiento, era recibida con entusiasmo, respondida con prontitud, diligenciada con urgencia e incluso, incluso, exaltada, solicitada, deseada o alabada con toques de frenesí.
Me tiento la ropa con miedo a que mis dedos atraviesen esta relativa inconsistencia y confirmo que soy el mismo, la misma persona antes que ahora. ¿De dónde deriva, pues, esta progresiva transparencia que me aqueja?
Continuará...

4 comentarios:

Anónimo dijo...

jefe, no te quejes, que aún eres visible y bien visible.

Anónimo dijo...

Y además recuerda lo que suelen decir los ingleses más castizos: there is no bad that for good doesnt come. No hay mal que por bien no venga.

Anónimo dijo...

tranquilo.te aseguro que no eres el hijo del cristalero.tu padre sigue siendo tu padre y el problema no radica en la falta de opacidad de tu masa corporal.lo que pasa es que
se estan perdiendo los valores, el respeto a las personas, el valor de la palabra dada y el único puñetero jefe es caballero don dinero.un abrazo

Anónimo dijo...

Antonio...

1º Axel Springer necesita un buen director de RR.HH.

2º De transparente nada, eres genial (no lo digo por decir), calidad intelectual y calidez humana... canela fina vamos.

3º No pienso, AUNQUE SE ME SUPLIQUE (jejejej), ocupar el puesto citado en el punto 1º...

4º Considero que este mercado de trabajo tiene un gran fallo. Aparte de la precarización que existe, se asiste a la situación de fracaso en su función integradora para jóvenes. O no tienes experiencia o no estas suficientemente cualificado para el ingreso. Por otro, si has saltado ya los 40, sucede lo contrario. Pudiendo darle otras cuarenta vueltas al que selecciona el personal... no te contestan.
Para ellos, somos “los inútiles para el mundo” que vivimos en él pero no nos pertenece, los "supernumerarios" que flotamos en tierra de nadie social.

5º Siempre nos quedara París... porque Antonio... el que eliges eres tú. Yo no trabajaría en una empresa que ni siquiera se molesta en contestar. Como Ana Matías decía en su comentario, "se están perdiendo los valores". Quizá nunca los hayan tenido. Al menos empresariales, pues...menuda cultura empresarial, mas bien... basura.

TE MANDO UN ABRAZO. Inma Blesa.