jueves, 25 de octubre de 2007

insultar con salero

De la mano gentil de José Antonio Millán pueden encontrarse flotando por el hiperespacio mil maneras de llamar tonto a un tonto, o un tratado del insulto considerado como una de las bellas artes según el Capitán Haddock, o la posibilidad de retrotraerse al siglo XVI hasta dar con insultos que harán palidecer de envidia al mismísimo creador de Alatriste.

Estas, y muchas más cosas, tienen su asiento en la página de los insultos, sita en http://www.jamillan.com/insultos/index.htm que tiene su coherente prolongación en el Diccionario del insulto cuya reseña podréis leer visitando http://www.jamillan.com/dicinsul.htm o en otras ofertas a las que se accede rebuscando entre docenas de datos, curiosidades y amenidades que van desde el insulto electoral (que no es invento reciente, contra lo que pudiera parecer viendo al señor NO) y los insultos para sordos hasta páginas generadoras de insultos a porrillo.

El asunto es que no se quede nadie con un insulto en la boca por falta de conocimientos o de vocabulario, que con los insultos ocurre como con los polvos, cuentan, que el que no echas se pierde. Es un site por el que me suelo pasear con frecuencia y que siempre me sorprende con algo. Por lo cual os lo recomiendo vivamente, aunque os pudiera servir para incrementar vuestro léxico procaz y que luego se os ocurra probarlo, por ver si funciona, claro, con este servidor.

Que espero que no. (Ilustración de Norman Narotzky)

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Partiendo de la inexorable verdad del axioma "No ofende quien quiere sino quien puede", hasta para insultar y onfender comme il faut hay que tener un cierto donaire. Arte que, por cierto, manejan con envidiable soltura los habituales a los comentarios del blog Esnifando Pegamín. Hay algunos dignos de aparecer en antologías al uso. Le recomiendo su visita.

Un abrazo,
Pedro de Paz

Más claro, agua dijo...

Para aprender a insultar con propiedad, no hay nada como leer a los clásicos; Quevedo, mayormente ;-)

Juan Pedro Ayllón dijo...

A mi un insulto que me deja descolocado es cuando una mujer te llama imbecil. Lo hace con un desprecio, una postura y una posición de boquita, que no se sabe si agachar la cabeza o hacerle guarreridas.

Yo por mi parte tengo un repertorio rico de insultos, cuyos destinatarios varios van desde los apollardaos trabajadores de la EMT, taxistas sediciosos sin madre conocida, bakaladeros oligofrénicos, politicastros hijos de primos hermanos, y un sinfín de fulanos de ralea y piara variopinta.

P.D. Hay unos insultos que me gustan especialmente por el barroquismo en su construcción. Son Remamahuevos y zampatrancas.

Luna Carmesi dijo...

Esta web que recomiendas puede resultar imprescindible a fin de definir al imbecil que se le dio por pegar a una chica ecuatoriana.

Por otro lado, se me ocurre que un buen sitio para recopilar insultos serian nuestras rotondas...
;-)

Anónimo dijo...

¿Acaso falta algo en Internet? Quiero decir que cuando se meciona "hay de todo" es que HAY DE TODO, sin exagerar.
Ahora bien, no me interesan nada los insultos. Sigue sorprendiéndome, Antonio.

Un saludo

Juan Pedro Ayllón dijo...

Joer D. Pedro que lugares me visita. La página "pegamín" está bien surtida de improperios churriguerescos. La Jartá a reir que me estoy dando es digna de un dia de recolección de grifa.

Anónimo dijo...

La primera vez que visité Pegamín, apreciado Némesis, quedé autenticamente horrorizado, escandalizado, encantado y maravillado por los extremos a los que puede llegar la inventiva humana en materia de ofensas. En ese lugar se alojan autenticos estilistas, la nueva avantgarde del improperio.

No deje de consultar unos post publicados a primeros de cada mes llamados "Sentencias Pegamin" y en los que se recoge una recopilación de las mejores perlas dejadas por los comentaristas durante el mes anterior. Para descojonarse a más no poder.

Valga un ejemplo: Sentencias Pegamín del pasado mes de Septiembre

Abrazos,
Pedro de Paz

Antonio Piera dijo...

Divertida página, don Pedro, más basta que la lija del ocho, que sólo tiene dos piedras. Aunque ya habrá comprobado que por aquí gusta bastante. Debe ser la plaga freaky que nos invade.
Los insultos clásicos están en los clásicos, su majestad escoja.
Hay ocasiones, Némesis, en que un idiota en boca amada es peor que un remamatrancas o similar en boca indiferente. No es el insulto, sospecho, un valor absoluto, sino ciertamente relativo. Depende sin duda de quién lo profiera.
En el caso que mencionas, Lunita querida, la página referida se queda corta. ¿No me lo negarás, David, no? Aunque te sorprenda que los repase cual tesoro, abismos del léxico.

ramonkarlos dijo...

A mí me encanta decir hi de puta. Lo leí en el Quijote.