lunes, 1 de octubre de 2007

planchas...

Ni he empezado y ya os tengo que dejar. Lo escribo para comunicároslo porque, llegado a casa, tras la ruda tarea del primer día, toma de contacto y tal, me toca plancharme las camisas, algo a lo que mi santa se ha negado desde que el mundo es mundo, y conste que razón no le falta. Total, ella no las lleva... No es que sea una novedad darle a la plancha, que se ha hecho uno ya a casi todo, pero sí esta somera sensación de que vuelve el selfmademan, que se decía e incluso, desde la nueva perspectiva de los varones hacendosos, que vuelve el hombre.

Otra cosa es que hoy creo haber batido un record digno de ese libro de excesos que hay en inglés, JKrahe dixit. Creo que debo ser el primer tío que, en su primer día de curro, entra a las nueve de la mañana y se pasa hasta las doce y pico con la bragueta abierta. A esa hora, no sé si un ramalazo del relente que entraba por la ventana de al lado, recién abierta, o el súbito despertar de mi sexto sentido, aletargado hasta el momento (que ya me lo pagará en cuanto pueda cobrárselo), me ha inducido a echar mano a los bajos, con un veloz movimiento no exento de cierta discreción al asaltarme, con la fresca, la terrible sospecha de que la jaula estaba abierta, lo que he constatado al comprobar la altura del cierre de la cremallera el cuál, ¡oh desesperación!, se encontraba mucho más abajo de donde hubiera debido estar.

Tal vez esa fuera, por encima de mi habitual simpatía y don de gentes, una de las causas de la sardónica sonrisilla que enarbolaba, cada vez que se dirigía a mí, cierta gentil aunque madura secretaria.

Pues traje sí que llevaba, afirmo, más no la im-pertinente ropa interior, ¡que por ahí sí que no paso!

15 comentarios:

Anónimo dijo...

Me he reído mucho con el artículo; como a mí me gustan: hacer literatura de las cosas más sencillas y cotidianas al más puro estilo-Millás.
Personalmente, tengo que decirte que yo también he pasado un fín de semana ajetreado por culpa de "una bragueta rebelde e inquieta" (ahí lanzo el pareado) que me obligaba a estar continuamente pendiente de ella y también explicaba el hecho de que por mi acera no pasara nadie. ;)

Un saludo y suerte en el segundo día de curro

Ácrata Pérez dijo...

Cada zapatero a sus zapatos, como se dice. Las camisas, como lavar la ropa interior, debe plancharlas quien se las pone. Las camisas, planchadas o no, nos representan.
Un beso, y sí estuve de viaje.

RGAlmazán dijo...

Pues para ser el primer día, se ha ventilado Vd. la mar de bien.

Nada tranquilo, pasa en las mejores familias y además es mejor que sea el primer día, así saben algo más de Vd.

Me ha gustado su entrada.

Salud y República

Más claro, agua dijo...

Hay un truco muy sencillo para no tener que planchar camisas: usa jersey ;-)

Browner...Seguro? dijo...

Pues yo de casi todo hago menos planchar, que las quemo y tengo que comprar nuevas... muy bueno lo del traje y la bragueta... hay que tener mucho cuidado con esas cosas que a la que te descuides te la pillas.. y eso dueleeeeeeeeeeeeeee

Juan Pedro Ayllón dijo...

Un colmado lleno de felicidades para Usted D.Antonio. Parece que las ventanas abiertas hicieron corriente y le arrastró a la más soleada.


Si le sirve de consuelo, yo también me plancho las camisas; tardo una hora con cada una de ellas, pero joder que bien me quedan.

Lo dicho, enhorabuena.

P.D. Yo, a no ser que me tire de riendas, le he movido unos hilos y me estan mirando cositas.

Beta dijo...

Efectivamente debes haber batido un record. Marcando estilo desde el primer día :)

Ya contarás cómo te va.

Anónimo dijo...

Jaja, qué divertido, y qué cabrones los nuevos compañeros, ya te podía haber dicho algo alguien..

Tienes que hacer como hace un amigo mío, se plancha las camisas al levantarse, en pelotas, y dice que le da un rollito zen muy agradable lo de dejarse llevar por el movimiento de la plancha. Oye, por probar...

J. G Centeno dijo...

Lo de la plancha, en mi casa es un auténtico drama, dado que tanto mi socia como un servidor nos negamos a planchar. Estamos esperando que crezca nuestro hijo para endilgarle la tarea. Durante una temporada hubo un par de ciudadanas, en Alpedrete, que recogían la ropa a domicilio para planchar, pero como debíamos ser los únicos clientes el negocio ha cerrado, y desde entonces la arruga es bella

babilonia dijo...

Nosotros en casa no tenemos ni plancha, el truco está en como tiendes la ropa; aunque las camisas quizás son otro mundo. Nunca se me ha dado bien, y lo he intentado, pero no es como otras tareas domésticas, que no hay que saber, sino hacer. Esta requiere cierta destreza.
O una vaporeta de esas que trabajan en vertical.

Antonio Piera dijo...

¿Qué le pasaba a tu bragueta, David, para tenerte tan atento? ¿En cuala acera? Cuenta, cuenta...
¿Por dónde anduviste, Ácrata?, ¿fue trabajo o placer? Todas las mujeres que conozco piensan como tú. Pero el caso es que a mí planchar no me disgusta, ni lo hago del todo mal, mejor que a browner pero peor que a Némesis, aunque tampoco le dedico tanto rato. ¿Será la práctica?
Gracias Rafael, yo, en cambio, no cuidé demasiado esta entrada, me alegra que le guste.
Vale, Eduardo, o no llevar nada.
Vaya estilo, Beta, el de provo creo que ya no se lleva.
Némesis, prosiga usted a rienda suelta, que para valorar resultados siempre hay tiempo.
Yo también lo hacía en pelotas, Isa, aunque sin autoerotismo por medio, pero vivir en un primero es lo que tiene. Ahora me calzo un bañador de cuello alto.
Señor Centeno, ¡cuánto tiempo! La línea de la arruga anda reñida con la línea clientes, o mucho me temo.

Anónimo dijo...

Er... el pantalón era viejo... la bragueta estaba floja er.. u..er..una cosa llevó a la otra y ... er

Un saludo

Antonio Piera dijo...

Por muy bien que la tiendas, babilonia querida, le falta el toque del maestro. El truco de verdad está en plancharlas cuando todavía les resta un toque de humedad. Ahí el resultado es bárbaro. Tendrías que verme (ahora que ya no lo hago en bolas). Pura manualidad.
David, no sigas. ¿Cómo puede un chaval en pleno crecimiento llevar pantalones tan..., degradados?

nata dijo...

d. antonio, le enlacé en su día desde el blog de rafa reig y desde entonces le leo siempre. aunque no suelo salir de ese blog para comentar, ya no me resisto y le escribo para felicitarle por todas sus mudanzas, las explicadas y las guardadas para usted. que todo sea para bien y lo disfrute largamente.

nota para el planchado de camisas -según mi santa madre-: se comienza por el cuello, a continuación los puños y las mangas -son las más puñeteras-, después se pasa al canesú -si se llama así esa pieza trasera de debajo del cuello que recorre los hombros-, para continuar con la espalda -de la camisa, no la propia- y finalizando por las dos piezas delanteras. aunque si es usted de esos caballeros que, llevando traje, jamás se quedan en mangas de camisa, le bastaría con planchar el cuello, los puños y la pechera. total si por cualquier eventualidad -dios no lo quiera, lo digo por aquella insistencia de todas las madres en que las chicas llevemos siempre las bragas nuevas, que es para lo único que insisten en que las llevemos nuevas- acabara usted en unas urgencias hospitalarias, nadie se fijaría en la camisa parcialmente planchada, llevando la bragueta abierta sin ropa interior debajo. o sí, que hay gente pa´tó.

un beso, si me permite el atrevimiento.

Antonio Piera dijo...

Bienvenida a casa, Nata. Lo más complicado es, en este orden, las mangas y el canesú, tu madre tiene toda la razón. Yo acabo de aprender de ella el orden correcto, porque me liaba. Dale las gracias de mi parte. Lo que no coincido con ella es en esa especie de prevención que más parece una premonición de accidente. Luego se oyen cosas como: menos mal que la niña llevaba bragas limpias, cuando la susodicha se ha pegado un porrazo del catorce.
Como bien dices, y jaleo tu atrevimiento, hay gente pa tó.