viernes, 30 de marzo de 2007

nada es ya lo que era

Desde el desconcierto os escribo. Ahora resulta que las monjas de clausura beben cerveza y que los españoles y las españolas prefieren para sus amores la postura del perrito. ¿Donde han ido a parar las misioneras y el misionero?

Me manda el amigo Enrique noticia de que un estudio, realizado por la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación (SEDCA) y la Universidad de Valencia, demuestra que los efectos antioxidantes de la cerveza, contenidos en uno de sus ingredientes, el lúpulo, pueden prevenir las enfermedades relacionadas con la edad avanzada. Lo más curioso del caso es que, al parecer, dicho estudio ha sido realizado en el interior de un convento de clausura y que las cobayas han sido un grupo de cincuenta monjas a las que, antes de darse a la priva (sin alcohol, eso sí) consideraba yo esposas del altísimo y alejadas de la cosa del mundanal ruido. Tras 45 días de dieta cervecera, muchas de las hermanitas, que no la habían probado nunca, declararon su gusto por la materia y el estudio acabó concluyendo que el lúpulo, ingrediente imprescindible que confiere el sabor amargo a la bebida fermentada, consigue que disminuya el daño oxidativo del cuerpo, que es el que hace envejecer, y reduce además los niveles de colesterol total.
O sea, que las monjas con cerveza se oxidan menos.
Con ser malo, no es esto lo peor. Según una encuesta realizada entre 3.158 personas (el 82%, hombres y el 18%, mujeres), resulta ahora que el misionero hace aguas.




Nada menos que el 40,37 por ciento de los encuestados se decantan en sus preferencias por hacerlo estilo perro, quedando el misionero como la preferida de tan solo 6,36 de cada cien, quienes recibirán de inmediato por correo certificado la gran cruz del mérito a la conservación de los valores patrios junto al nombramiento de hijos predilectos del vigía de Occidente. Claro que en la misma encuesta los hombres se puntúan con un 7 sobre 10 en su autovaloración como amantes, y además la gran mayoría concluye que el tamaño no importa, pero sí el grosor. En cuanto a la valoración mencionada, echo de menos que las mujeres hubieran puntuado también sobre diez la pericia y resistencia de sus amantes masculinos, porque me da que las cifras se habrían alterado a la baja ostentóreamente, que diría si pudiera el jinete de Imperioso.
Pero, cuando leí que nada menos que un 27,83 por ciento de los españoles prefieren la experimentación constante en materia de sexo, fue cuando ya me puse de inmediato a buscarle el truco a la encuesta. No me lo podía creer. Hasta que caí en la cuenta, al leer la letra pequeña, de que el universo de los más de 3.000 encuestados era el de los usuarios registrados en el sistema de contactos de la propia web autora de la dichosa encuesta Marqueze.net, todos ellos erotómanos convencidos, sexoadictos y, si me apuráis, buenos y sanos pajilleros de pro.
Respiré aliviado. Ésta no era mi España, que me la habían cambiado. Ahora lo entendía todo. La encuesta reflejaba sólo la opinión de la avanzadilla. Tras ellos debe continuar existiendo, imperturbable y silenciosa, la impecable mayoría que sólo utiliza la mantequilla para untarla sobre el pan.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡¡Bravo, amigo Antonio!! 15 sobre 10 en este post con el que me he reido mucho (el sexo es lo que tiene)... Por cierto, ¿acaso esos encuestados no habrán descubierto cuál es el secreto de la postura de misionero y sus innumerables variaciones? es la que nos diferencia de los animales irracionales y la que hizo que la mujer descubriera para qué coño (nunca mejor dicho) servía el clítorias jejejeje.

Un saludo.

Antonio Piera dijo...

Gracias, amigo. Me encanta que te haya gustado. Por cierto, y si no es demasiado abusar. Creo que a la bitácora le vendría muy bien que alguien metiera alguna entrada, ¿quizás ésta? en el Menéame o algún sitio parecido, para ampliar horizontes. Agradeceré en el alma cualquier iniciativa en ese sentido (me siento impúdico).

Anónimo dijo...

Concedido, Antonio, sea pues como pides