del negro al blanco
Negras tormentas agitaban los aires a eso de las 22,21 cuando las agujas de mi reloj abrían piernas hasta un infinito espagar (menos mal que no es digital, porque tan hermosa metáfora se me habría ido al garete), y entonces las cosas volvieron lentamente al cauce del guión previamente escrito por algún sádico.
Me resistía como gato panza arriba a escribir de la épica del Real Madrid, hasta que vi a mi chica con lágrimas de felicidad en los ojos y comprendí que estaba sin duda asistiendo a una catarsis, de modo que dejé de resistirme y estoy ahora en ello porque en esta página, después de vosotros, todavía mando yo y ella me ha dado un muerde estupendo con sabor a picotas. El tránsito ha sido, pasito a paso, desde la frustración al éxtasis, como viene a decir la espléndida voz de Fernán Gómez en el anuncio, cuando parece que hasta la vida toma un sentido y puedes gritar, por fin, eso de "Etoo, cabrón, saluda al campeón" que llevabas atravesado en el alma como el huesillo de un conejo desde hacía demasiado tiempo. A esta catarsis responde sin duda el orgasmo de tanta gente en la calle (más de un millón de personas, según datos de la AVT) lanzando al aire un mensaje tan simple que hasta Tom Cruise lo entiende, que estamos hechos de los materiales nobles de una tabla periódica cuyo número atómico radica entre la risa y el llanto. De manera que de las intimidades de este aragonés reciclado en la meseta escapa un ¡hala, Madrid! de libro mientras le doy un masaje a mi chica allá donde la espalda olvida su honesto nombre antes de sumergirme en sus profundidades, como es de ley, y en las del reparador sueño de los justos que llega luego, por consiguiente, con una sonrisa en el costado del alma que mucho se parece a la felicidad.
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