alto el fuego
A todos nos entran ganas, viendo las pavorosas imágenes del fuego canario, de soplar contra el viento, de sacudir estopa a las llamas, de mear en las brasas. Hoy, y ayer, todos queremos ser un poco bomberos.
¿Podemos acabar con los móviles de los asociales que le meten fuego al monte? ¿Existe alguna manera de evitar que su desprecio por los otros, insolidaridad, majadería, su esquizoide sublimación del yo-mi-me-conmigo se demuestren con la tea?
Además de bombardear sin parar al personal con información bien elaborada, de sensibilizar a la gente, de elevar las condenas por estos delitos hasta la categoría de disuasorias..., ¿no tiene esta sociedad una deuda pendiente con su entorno?
¿Cuánto costaría un plan de choque para que los desvaríos de algunos, o los inevitables accidentes, arrasen el futuro de nuestros hijos? ¿Cuánto valen los cortafuegos eficaces, las vías forestales abundantes y adecuadas, los depósitos de agua estratégicos, la flota volante suficiente, el personal bien provisto, especializado y en cantidad suficiente, los mantenimientos previsores necesarios durante todo el año...? ¿A qué espera este gobierno para plantearse en serio un problema del que depende nuestra vida?
Más agua y acabar con el fuego: ¿conocéis alguna forma mejor de gastar nuestro dinero, además de en la educación?
Rajoy, ¡cállate!
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