lo que sea, sonará
Comentaba el otro día que parece que soplan últimamente a mi alrededor vientos de cambio. Mi amigo Jorge pelea entre un presupuesto finito (o delgadito, vaya usted a saber) y un manitas al que se le está retrasando la regla de alicatar, mi amigo Carlos anda a broncas con sus interiores propios y la casa que tiene que poner en planta, Ana encuentra un piso que no sabe si quiere ser habitado por ella, a mí me están saliendo opciones de curro que parecen multiplicarse, como siempre, por aquello de que días de nada vísperas de mucho, e incluso se atisban todavía más cambios, y profundos, en el horizonte, de los que hablaré cuando sea oportuno. Lo que quiero decir es que, desde la experiencia que me proporcionan las ya abundantes décadas vividas, he apreciado que los periodos de mutación se arraciman como los tomates pera o los piojos en costura, se contagian más que la tiña y suelen coincidir además con lapsos prolongados de serenidad personal. Conste que con respecto a las magias tan de moda soy escéptico hasta las cachas, por lo que en seguida atribuyo estos agrupamientos a paradojas estadísticas, efectos simpáticos o a meras coincidencias, pero es algo así como cuando las chicas que trabajan juntas acaban por ajustar las fechas de su periodo o como nos ocurría cuando trabajaba en ediciones Z, en la calle Potosí, que había una gotera en el techo y chica que se sentaba debajo, chica que se quedaba embarazada, aunque nunca se demostró que fuera como relación causa-efecto.
Me preocupa ser el único que haya constatado esta costumbre de los entornos, así que agradeceré cualquier aportación vuestra que ilumine estos extremos aquí manifestados. En el mientras tanto, como asevera el título de esta entrada, dejaremos fluir las cosas a su natural y viviremos con regocijo las novedades, si las hubiera porque, al fin y al cabo, lo que sea, sonará.
1 comentario:
Pues ahí va mi aportación. Había una chica que venía ocasionalmente con nosotros (por fortuna no la puedo considerar ni ex-amiga) que le gustaba mucho mudar de chaval. Pero en los dos últimos casos, chaval con el que salía, chaval que acababa echo mierda físicamente. Yo la bauticé como "la viuda negra"...
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