lunes, 17 de diciembre de 2007

de regalo

Leo en el blog de Santiago Miró, respecto a los regalos de Navidad, que hoy, en 2007, un 46 por ciento de los trabajadores prefieren recibir dinero de la empresa o una tarjeta regalo antes que el tradicional lote de producto. Con todo, un 37 por ciento sigue fiel a la cesta y un 16 por ciento se muestra indiferente. Los más proclives a asistir a la cena de Navidad corporativa son los empleados de entre 18 y 25 años, mientras que los de más edad son los que más recurren a excusas para no acudir, con porcentajes que van aumentando con los años. En su página, mi amigo Santi desgrana, Negro sobre Blanco, los avatares y vicisitudes de un periodista / trompetista en paro, aunque yo creo que más bien aborda con cruel sinceridad y cierto trasfondo de amargura la inevitable soledad de las personas que han pretendido ser fieles siempre a sus principios, la microhistoria de aventuras y desventuras de ese género de tipos que nunca han sabido, ni querido, medrar, dar coba, trepar a costa de otros, de esos desgraciaos que consideran que basta con hacer el trabajo por el que te pagan, con hacerlo bien, o lo mejor posible, con dedicarle atención preferente en horas laborables, cumplir los plazos de entrega y luego vivir la vida como uno quiere y desea, sin quedarse colgado del brazo del jefe o jefecillo de turno hasta las mil y monas, riendo sus gracias y pagando, dios sabe de dónde, sus infinitas copas y sus escasas ganas de irse pa casa.

A mí no me extraña que cada año haya más gente que prefiera el parné al turrón de lacasa, la pasta flora a una pata de navidul que olvidaron poner al fresco a curarse. Todavía recuerdo, de cuando en alguna empresa me regalaban algo, haber descubierto en la profundidad olvidada de un anaquel de la cocina, años después, algún frasco estrafalario de judiones del Bierzo venido en mala compañía dentro de una de esas cestas que era mejor no recibir. Pero recuerdo, sobre todo, la cara de desilusión que se le quedaba a la gente al recibir aquellas chuminadas de baja estofa, aquel quiero y no puedo sin elegancia ninguna con que obsequiaban a la plebe mandamases que entre ellos no se apeaban del Cinco Jotas. Y recuerdo aquellas caras porque eran como la mía cuando, de pequeño, aparecía la mañana de Reyes, entre zapatos y poco más, una nota manuscrita que decía: Vale por un jersey en las rebajas con la letra de mi madre.

Eso sí, por lo menos en mi caso la nota la firmaba Gaspar.

7 comentarios:

Luna Carmesi dijo...

Lote por navidad...
¿Qué es eso?
:-/

En cuanto a lo de los regalos, si mi cumpleaños es el 31... pues tuve la suerte de recibirlos con la frase: 'Y estos regalos son por Papa Noel, tu cumple y los Reyes Magos... ¡Menuda magia!

Anónimo dijo...

Esta vez no sé qué decir. Puede que tengas razón pero, si pienso en mi experiencia... no sé. Yo he trabajado siempre lo mejor que he podido, pensando siepre que la empresa era mí empresa, puesto que yo trabajaba allí y que lo mejor para ésta era como si fuese lo mejor para mí. He intentado no dar coba a nadie y trabajar duro.
En una empresa en la cual yo desempeñaba mis servicios, regalaron, una Navidad, una cesta. Fue, para mí, una gran alegría, un detalle. Me daba igual si los productos de la cesta eran los mejores o no, a caballo regalado, no le mires el diente, era el detalle lo que me importaba, el que se hubiesen acordado de mí, el que me hubiesen tenido en cuenta. Me encantó.

Anónimo dijo...

"...aborda con cruel sinceridad y cierto trasfondo de amargura la inevitable soledad de las personas que han pretendido ser fieles siempre a sus principios, la microhistoria de aventuras y desventuras de ese género de tipos que nunca han sabido, ni querido, medrar, dar coba, trepar a costa de otros, de esos desgraciaos que consideran que basta con hacer el trabajo por el que te pagan, con hacerlo bien, o lo mejor posible, con dedicarle atención preferente en horas laborables, cumplir los plazos de entrega y luego vivir la vida como uno quiere y desea, sin quedarse colgado del brazo del jefe o jefecillo de turno hasta las mil y monas, riendo sus gracias y pagando, dios sabe de dónde, sus infinitas copas y sus escasas ganas de irse pa casa..."

Casi consigue usted que se me salten las lágrimas, D. Antonio, con el parrafo supraescrito.

Se lo dice alguien que lleva tres años consecutivos rechazando (sí sí, ha leído usted bien) sistemáticamente la puta cesta de navidad que reparte la empresa. Soy el único empleado que lo hace. Mis compañeros me llaman gilipollas. Pero yo duermo feliz por las noches sin deberle nada a un hijodeputa que pretende amargarme (sin conseguirlo, pero se esfuerza el muy cabrón) la vida el resto del año y luego intenta congraciarse al final del mismo con gesto mísero y deplorable y unas pocas peladillas caducadas. Ya he comentado en alta voz (para escándalo de algunos compañeros) en más de una ocasión dónde pueden introducirse las peladillas. Una a una. Obvio decir que en mi empresa, los directivos me miran mal y que el director general hace dos años que no me habla (por ese y por otros muchos motivos). Me la pela. La peladilla, me refiero.

Ni voy de martir por la vida ni lo pretendo pero poca gente suele comprender mi gesto. Mi mujer y poco más. Y con ello me basta. Pero reconforta comprobar que no soy el único capaz de pensar así.

Abrazos,
Pedro de Paz

Anónimo dijo...

Yo este año he recibido una cesta de Navidad, a mí me va muy bien porque con eso tiro un par de semanas, al ser "single". Además nos organizaron una opípara cena y también tuvieron el detalle de comprar unos números de lotería de Navidad. No tengo queja en ése aspecto, aunque me gustaría cobrar 300 euros más al mes, para llegar a fin de mes y todo eso. Tonterías de la plebe, que nunca está contenta.

Antonio Piera dijo...

No sé por qué criticas tan excelso sentido del ahorro, Luna. ¿De verdad cumples el 31? Joder, bonita fecha. Ríete del mundo ese día, hasta asomarte al que viene.
Posiblemente, anónimo, en la carta de Pedro de Paz que figura bajo la tuya encuentres otros puntos de vista. Entiendo que, cuando las relaciones son buenas, un detalle lo parezca. Pero tantas veces el supuesto detalle sirve para acallar conciencias...
Para eso estamos, don Pedro, para reconfortarnos los unos a los otros, que le veo altamente suliveyado. Y no le falta razón, añadiré, pero tal vez no le viniera mal un poco de distancia. Piense que su cabreo de usted es casi la victoria de ellos.
Es que nunca están ustedes contentos de ná, grendel. ¿Donde vamos a parar? Aún se quejará usted de algo, si vivimos en un país en el que las cifras macroeconómicas, que ya sabemos que no mienten nunca, aseveran que nuestro poder adquisitivo ha crecido...

Anónimo dijo...

Como no tengo relaciones con ninguna empresa no me he visto nunca en la situación, nunca me regalan nada!, pero entiendo que te pueda parecer desde un detalle maravilloso hasta una patada en el culo, depende de quién provenga supongo, es como el "vale por", viendo que lo firma un rey mago es otra cosa..

besos, isa

P.D; el anónimo del post anterior era yo, por cierto

Antonio Piera dijo...

A nosotros no nos parecía el dichoso vale otra cosa, querida Isa. Era decepción esperada, pero decepción con mayúsculas. Ni siquiera ahora entiendo que las estrecheces no permitieran un poco más de imaginación o de sensibilidad.