domingo, 23 de diciembre de 2007

la víspera (y II)

Mañana es el gran día. Y hoy, por tanto, es la víspera. Siempre ha caracterizado las vísperas cierta inestabilidad, una difusa sensación de anticipación que a veces no te permite vivir el día en plenitud porque tus sentimientos andan ya más que en hoy en el mañana y eso garantiza de paso algunos momentos paranoicos. Estoy en ello.

Os preguntaréis si es que acaso me ha reconquistado el espíritu navideño, a una persona que se ha mostrado siempre tan recalcitrante e impermeable al asunto como éste que lo es. Pues no. Algo tiene que ver, pero de lejos. Esta misma tarde, por ejemplo, me espera jornada cocinera ya que me toca, como es ya preceptivo, preparar mi tan justamente alabado cardo en salsa de almendras para la cena de Nochebuena y la comida de Navidad, que nunca parece que tengan bastante. Es lo que pasa cuando un detalle se convierte en costumbre, que la costumbre tiende a devenir tradición, y la tradición insoslayable en una sociedad tan conservadora. Así que me va a tocar preparar cardo como para un regimiento, de modo que me iré a hacerlo a casa de mi madre que con estas movidas residenciales ando yo un tanto escaso de menaje. Por cierto, y sabéis que suelo huir de la autocita, que el año pasado posteé la receta y aquí reproduzco la entrada por si algún curioso desea aventurarse en un plato gustoso y resultón, tradicional de mis tierras aragonesas y aledaños.

Pero es otra víspera la que me tiene en vilo, ansioso y descolocado, porque mañana abrazaré de nuevo a la chica de mis sueños, acariciaré su cara, la sostendré en vilo y seremos el hazmereir o la envidia de toda la T4. Que los días de distancia pesan como no os podéis imaginar y ya va siendo hora de rodear y acunar contra el pecho algo más sólido que el aire de la noche o el vacío del teclado frente a la pantalla del ordenador. Además, parece también singularmente probable que la Nochebuena acabe haciendo de verdad honor a su nombre y se demuestre gozosamente que, como aseguran los principios teóricos de la sociedad industrial, nada es mejor a mano si lo puedes hacer a máquina. Lo que tampoco resulta, en absoluto, desdeñable.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Es precioso. Es un comentario precioso y no me refiero al cardo, que tiene su gracia, sino al de tu chica. Es un párrafo tan humano como divino y creo, sinceramente, que la chica de tus sueños se tiene que sentir la mujer más afortunada del mundo al ser capaz de despertar esos sentimientos.

¡ FELIZ NAVIDAD A TODOS !

Un besazo,
Shosho

Anónimo dijo...

Yo te deseo la mejor Nochebuena posible, Antonio.
La foto del plato está puesta a mala leche, y no es que pretenda caer en el chiste facilón del título de este blog pero, es que se deja comer.
Por cierto, al pasarme por la ya antigua entrada que enlazas (la de la receta) he leído en los comentarios a un tal Jonás calificable digamos de... irreverente. Por entonces yo desgraciadamente aún no te leía pero, ¿se ha vuelto a pasar por aquí el sinvergüenza?

Anónimo dijo...

Apreciado D. Antonio. A pesar de mis reticencias respecto a estas fechas y en vista de su ineludible presencia -va a ser Navidad quiera uno o no-, le ofrezco mis mejores deseos para estos días y que lo celebre/pase/deplore en la mejor compañía posible que presupongo que será la de los suyos y la de su chica.

Hago extensivos mis mejores deseos a todos los contertulios de este pequeño, entrañable y acogedor rincón, remanso de paz y pasmo de generaciones venideras.

Un fuerte abrazo,
Pedro de Paz

Antonio Piera dijo...

Eso espero, Shosho, que se sienta tan afortunada como auguras y tan feliz como presientes. Es mi principal deseo para hoy, y para el resto, por descontado.
Aciertas, David hermano, al suponer que no es baladí el título que engloba esta página, aunque he de decirte en confianza que con mala leche el cardo sale peor. El visitante que mencionas debió cansarse de aparecer por aquí, ya que le ninguneé al estilo de El País. Se creía el azote de esta página y apenas causaba un poquito de risa floja. Que le den por zulo.
Gracias, don Pedro, por el esfuerzo que le supongo. Pasmo será, mas pasmo enamorado.