viernes, 21 de septiembre de 2007

requiem sentido

Tenía 23 años y acaba de morir. Ignoro si jugaba al fútbol o si le tiraban más los deportes de riesgo, salir al monte con su novia o jugar con sus sobrinillos, en el caso de que los tuviera, a la play-station. Se llamaba Javier Antelo y los periódicos no dicen, porque no les ha interesado saberlo, si esa novia con la que le gustaría ir de excursión esperaba un hijo. Al fin y al cabo, sólo era un currito. Aunque ha sido espectacular, su muerte no se retransmitió en directo por televisión. Nadie llevaba consigo una cámara para seguir diligentemente cómo Javier hacía su trabajo en la nueva línea del AVE a la altura de Cerceda, provincia de A Coruña. Nadie filmó cómo le aplastó una enorme grúa segando su vida.

Me aqueja una tristeza infinita cada vez que me entero de una noticia así. Si todas las muertes tienen su aquél, la de un chaval en plena efervescencia me parece especialmente atroz, sea obrero de la construcción o futbolista. Dicho y sentido lo cual puedo luego alegrarme porque, al menos con este chico, no tendremos que aguantar a los medios de comunicación con su grosero gorigori de la muerte del famoso, con su negocio habitual de lágrima y alcantarilla, compre usted el mejor epitafio, la llantina más conseguida, el homenaje ideal de la muerte, pero cómpreme a mí y no a este otro que no tiene ni la mitad de buenos sentimientos que mi periódico y apenas le dedica cinco páginas de mierda y no como nosotros que le ofrecemos nueve por el mismo precio, o todo el programa de mi tele y hablaremos en exclusiva con su madre y con sus vecinas y hasta con la prima hermana segunda del que fuera primer novio de la que iba a ser la madre de su primogénito porque la gente exige de sabé.

A Javier le enterrarán discretamente los suyos, temprano y a lo mejor llueve. Como no rezo, evocaré su tragedia con una sonrisa, que seguro le hará mejor compañía que una becaria preguntándole ante cámara a su madre: ¿qué sintió usted al conocer la noticia?

9 comentarios:

Diego Fernández Magdaleno dijo...

Descanse en paz Javier.
Antonio: gracias por recordarlo.
Saludos,
Diego

Anónimo dijo...

Confieso que no te iba a poner nada, pero no puedo evitar decirte: lo has bordao, tío. Muy bien dicho todo.

Anónimo dijo...

D. Antonio, ya sé que no comulga usted demasiado con el señor Pérez Reverte pero le invito a leer el artículo que publicará este próximo domingo, 23 de septiembre, en "El Semanal", muy en consonancia con lo que usted comenta acerca de hacer caja de las desgracias ajenas. Describe de una forma bastante acertada y precisa esa sensación de verguenza ajena que últimamente provocan tan a menudo determinados "profesionales".

Si lo desea, aquí puede leer el mencionado Artículo online, por anticipado y de balde.

Abrazos,
Pedro de Paz

RGAlmazán dijo...

El tema de los accidentes de trabajo me tiene hasta los webos. No es posible que nadie haga nada. Encima que hay que trabajar, te matas o "te matan" y santas pascuas. Un número más.
Son más de mil muertes al año y parece que es la lógica contribución al desarrollo. ¡Atomarporculo! ¡Basta ya!

Salud y República

Blasfuemia dijo...

Los muertos discretos, las muertes que pasan de puntillas... ¿pesarán sobre la conciencia de algunos?.

Tampoco soy muy fans de Reverte (más bien nada, le tengo mucha antipatía), pero voy a asomarme al enlace que propone pedro de paz.

Saludo

Antonio Piera dijo...

Gracias por vuestras opiniones. He ido a mirar lo que don Pedro nos recomienda y será objeto de comentario en página central. Saludos a todos.

babilonia dijo...

Totalmente de acuerdo contigo en todo esto. Lo que sucedió con el futbolista que murió y la que se montó me parece hasta obsceno. Hasta Rubalcaba hizo mención, no sé si por su cuenta o bien porque le preguntaron.
Lo que está claro es que cada día mueren no sé cuentos trabajadores y a nadie se le mueve un pelo.
Como decía Javier Ortiz, quizá lo consideraran accidente laboral. No creo que otros "accidentados" dejen respaldada a su familia igual que un futbolista.
Por cierto, Antonio, el primer día que entré en esta página, no sabía de qué narices te podía conocer. No sólo identificaba tu cara sino también tu nombre.
Como cuando me pasan esas cosas no paro, por gimnasia mental, creo que lo hago, al final lo conseguí, me costó un poco pero salió al fin de mi cerebro. Y de eso hace, creo, 9 años.Eso es cuando nos conocimos.
A ver como te lo cuento para que no me mires con tirria, porque imagino que no es un recuerdo del todo bueno.
Corría el verano, creo, de 1998, y yo entré como pringada que hacía de todo en una revista a la que la estaban haciendo un lifting. No digo becaria porque no estaba estudiando periodismo sino filología. Aunque la remuneración era de seudobecaria.

Me fui en cuanto pude, en Octubre, con la excusa real del comienzo de un taller de Literatura Iberoamericana de s. xx impatido por Bryce Echenique. Pude volver, o seguir,. pero no me gustaba el ambiente, aunque los compañeros parecíais buena gente.
Recuerdo que me dijiste que en un día podías enseñarme a maquetar ;)
a mí me parecía complicadísimo, pero me fuí antes de que eso ocurriera, y después me enteré de que al parecer o fuisteis todos, u "os fueron", más bien. Recuerdo también que tenías una niña, así que ahora estará muy mayor.
Bueno, pues un saludo desde el pasado, me alegra ver que estás bien y combativo.Igual todo este rollo mejor habértelo contado en un correo, pero bueno, ya está hecho.
Un abrazo, Olivia

Browner...Seguro? dijo...

Desgraciadamente asi son las cosas, y aunque la vida de las personas valen lo mismo, los titulares siempre se los llevan los mismos.

Antonio Piera dijo...

Coño, Olivia, cuánto tiempo. A lo mejor hubiera sido más discreto lo del correo, pero aquí no tengo secretos. Me alegra saber de ti. Espero que nos permitas disfrutar a menudo de tus comentarios. Un abrazo. ¿Qué broma es tu blog? Escríbeme al correo y me lo cuentas.
Los titulares y los reservas, amigo browner.