sábado, 19 de mayo de 2007

¿cárcel, exilio o batallón disciplinario? (memorias)

Acabo de reencontrar un texto que escribí hace un año, para la reedición de los discos del grupo. Como no os había hablado a fondo nunca de este tema, me permito hacerlo ahora, para que así vayan estando bien juntitas, además, mis obras completas.

Nunca he sido partidario de contar en público historias biográficas de la militancia antifranquista, porque todas tienen un regusto de abuelo Cebolleta y un trasfondo de factura impagada, y porque ambas son formas de proceder de las que huyo como de la peste, las primeras porque te aviejan más aún y las otras, tan comunes entre tantos necesitados de currículo, porque envilecen. Pero me resulta imposible resistirme al anecdotario evocador, que tiene otras tripas y a veces hasta divertidas, y por eso escribo esto, porque tampoco han pasado tantos años, qué coño, de cuando nos acechaban los sociales y nos perseguían los grises o los civiles, y me fastidia que todo el mundo se empeñe en olvidarlo como si hubiera ocurrido en la noche de los tiempos, más o menos coetáneo con el diluvio universal.

En los años 68 y 69 de aquella era, las Madres del Cordero éramos un grupo de amigos y conocidos con abundantes y prolijas convicciones revolucionarias, antifascistas, republicanas y antiimperialistas (¡toma ya, lo dije!), algunos de los cuales incluso militantes en organizaciones clandestinas, y que hasta acogía en sus filas dignos representantes del revisionismo, en extraordinario alarde de heterodoxia que no siempre comprendían bien nuestros responsables jerárquicos. Hasta debo decir que algunos estuvimos en la creación y desarrollo de una asociación ultraizquierdista llamada Unión Popular de Artistas, que alcanzó cierto protagonismo en el sector. No era la disciplina ciega nuestra virtud más destacada, aunque sí nos animaban la utópica convicción de que aquello servía para algo, la certeza de que había que hacer algo y la necesidad biológica de acabar con Franco padre o con algo, vaya usted a saber, de lo que no nos gustaba nada, que era mucho.




Profundas y muy concretas convicciones, como puede observarse, pero que, aunque parezca mentira, nos colocaban de oficio en la vanguardia radical de una sociedad ciertamente adocenada (para nosotros aborregada, que por eso éramos radicales), que asumía el franquismo como mal menor, en la que las mujeres seguían necesitando el permiso de sus maridos para sacarse el carnet de conducir o abrir cuenta en un banco, y en la que el fútbol, los toros y la música yeyé actuaban como bálsamo o cataplasma. Todos pagamos por ello, en mayor o menor medida, tanto como grupo perseguido, censurado y agobiado, de trayectoria preñada de prohibiciones, como individualmente, ya que algunos pasamos de los lóbregos calabozos de la Dirección General de Seguridad, a la cárcel de Carabanchel (menos mal que estaba Chicho Sánchez Ferlosio, lo que ayudaba mucho, sobre todo a los demás), a la de Jaén, al batallón disciplinario de Plasencia o al dorado champán del exilio en París a tiempo de ver a los comuneros zamoranos de Agustín García Calvo en La Boule d’Or.

No era para tanto, se dirá sin duda el que escuche ahora nuestras canciones de entonces, pero el caso es que sí lo fue, aparente contrasentido cuyos principales aliados eran la absoluta falta de sentido del humor de los estirados próceres de una patria soberbia y estúpida, la cerril obediencia de sus testaferros bobos, censores o policías, la necedad de los militares, el miedo de los que iban a heredar el sistema y la desconfianza de los que gestaban la platajunta escondiendo sus concesiones. A todos ellos les doy las gracias, en grupo y uno a uno si hiciera falta, porque sin ellos no me habría divertido tanto, ni me hubiera podido creer Robin Hood. Ahora tan sólo reivindico, cuando me acuerdo, un lugar al sol, en una esquina, desde el que pueda seguir observando el mundo de alrededor y sonriendo ante lo que veo por la comisura de los ojos. Amén.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Eso es, amén. Si quieres que te diga mi más síncera opinión (alimetnada por algunos estudios de Glez. Lucini junto a las declaraciones de Elisa Serna) pienso que vuestro grupo ayudó a relajar en cierto modo la tensión política; me explico, a diferencia de la canción protesta en sentido estricto -signifique lo que signifique- vosotros descubristeis, incluso a gente que se les podía considerar ya por entonces veteranos, que había otro modo de decir las cosas, aparentemente desenfadados, pues en realidad la sátira puede ser tan eficaz y demoledora como los himnos convencionales incendiarios... Pero eso, tú ya lo sabes.

Anónimo dijo...

Otra cosa, ¿puedo cogerte prestado el artículo? Citándote y enlazándote, por supuesto.

Anónimo dijo...

Yo mismo podría haber dicho lo mismo que tú -o algo muy parecido- de lo del anecdotario evocador, de lo de las abundantes y prolijas convicciones (hasta creíamos que se iba a proclamar la República a fecha fija: en marzo del 72) y del papel de la canción satírica y Las Madres del Cordero en la España finifranquista de entonces, de no ser porque Gustavo (no sé por qué, pero me suena un montón ese tío) se me ha adelantado y me ha pisado el comentario.

Gracias, Gustavo; y gracias, Antonio. A ambos por recordarnoslo.

Antonio Piera dijo...

Gracias os sean dadas a ambos dos. El eco es siempre señal de que el grito se escuchó donde debía.

Antonio Piera dijo...

Claro que puedes, Gustavo, aunque ya sé que lo dabas por supuesto

Anónimo dijo...

Antonio: Recuerdos desde aquellos días, tan gastados ya, en laavenida Jean Jaurés, en casa en Boulogne.
Juan de la Vera (Simón)